A la mañana
siguiente me desperté con la cama vacía, sin Samuel, me levante y lo vi sentado
en el jardín;
Ainhoa: me
había asustado, creía que te habías ido sin mí.
Samuel: no,
simplemente no podía dormir más. –Dijo con una pequeña sonrisa-
Ainhoa: ¿qué
ronda por tu cabeza ahora?
Samuel:
nada, solo que se me hace raro estar aquí contigo…
Ainhoa: ¿Por
qué?
Samuel: mis
padres me prohibieron acercarme a tu casa, y esta noche incluso he dormido
contigo.
Ainhoa:
Samuel, tienes 19 años, no puedes hacer lo que digan tus padres toda tu vida,
eres mayor de edad, se libre.
Samuel:
tienes razón… gracias. –Dijo dándome un beso en la frente-
Desayunamos
sentados en el jardín, me vestí y pusimos rumbo a casa de Samuel para que se
cambiara de ropa e irnos al hospital;
Samuel:
¿entras?
Ainhoa: no,
prefiero quedarme aquí, no tardes.
Samuel entro
en su casa y tardo 10 minutos en salir. Llegamos al hospital y nuestros caminos
se volvieron a separar, como si no nos habláramos para el resto del mundo. Mi
móvil empezó a sonar;
Samuel: A
las 14:30, te espero para comer, no me falles.
Ainhoa: no
lo hare, hoy no. –dije sonriendo-
Volví a mi
trabajo hasta que el reloj marco la hora de comer y baje al comedor donde
estaba Samuel
esperándome;
Samuel:
¿tienes algo que hacer mañana a las 11:40?
Ainhoa: no,
tengo días libres, ¿por qué?
Samuel: nos
vamos a Roma, tu y yo solos, cinco días en la ciudad del amor, ¿qué te parece?
¿Aceptas?
Ainhoa:
acepto. –dije abrazándome a él-
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