sábado, 9 de enero de 2016

Capitulo 35. {Novela Vegetta}

Me levante a coger el ordenador y abrí el mensaje;

Samuel: ¿Sabes qué? Los meses que he estado en Los Ángeles sin saber nada de ti han sido los peores meses de mi vida, quería llamarte, hablar contigo, abrazarte, besarte, iba a hacer todo esto cuando estuviste allí en el desfile, pero se me fueron las fuerzas y solo fui capaz de verte desde lejos. Mis ilusiones desaparecieron por completo cuando te vi con él, con Auron, y dirás, ¿lo conoces? Pues sí, lo conozco, todos los youtubers nos conocemos entre nosotros, mi relación no ha sido buena con él desde que supe que estabais juntos. Al verte hoy allí en primera fila del evento mi vida ha cambiado por completo, mi primera idea fue preguntarte por el, y asi lo hice. Parecera extraño y maligno, pero me alegre cuando me confirmaste que no estabais juntos. Y respecto a que nuestro secreto haya sido descubierto, me da igual, quiero que nos vuelvan a ver juntos, agarrados de la mano, abrazados, de cualquier manera. Dijimos que aquel viaje era el primero de muchos, y creo que ahora ha llegado nuestra oportunidad de recuperar el tiempo perdido. Mañana te espero en la puerta trasera del lugar del evento, tengo unos pases para Marina y para ti.


Una sonrisa ilumino mi rostro. Apague el ordenador y mi cabeza empezó a darle vueltas a como cambio Raúl de un día a otro. ¿Realmente conocemos a las personas como creemos? ¿Es posible que alguien cambie tanto de un día para otro como para acabar no reconociéndole? Después de mis últimas experiencias tengo que decir que sí, que es posible. Es muy duro, y si, además, es alguien a quien queremos, duele más. A lo mejor, lo que sucede es que nos colocamos una venda en los ojos y no nos damos cuenta de lo que pasa a nuestro alrededor. ¿No dicen que el amor es ciego? Tal vez los ciegos somos nosotros y le echamos la culpa al amor. Y es que estoy muy confusa en estos momentos. No entiendo por qué ha pasado todo esto. ¿Y si es culpa mía? ¿Y si ese cambio lo provoqué yo? No lo sé; lo único que sé es que el no era así. Ese no es el chico que me enamoró. El que me hizo comprender que era capaz de sentir más allá de la piel, de los complejos y de los clichés sociales. El logró que confiar en mí no fuera una lejana fantasía, sino una valiente realidad. Puso la primera piedra en la estatua de sentimientos en la que me he transformado y con la que empiezo a sentirme un poco mejor. ¿Es verdad que se fue? Cuando piensas en alguien, lo puedes hacer de dos formas: sumando los recuerdos que te dejó hasta ese día o quedándote con la última visión que has tenido de él o ella. ¿Cuál es más real? Probablemente, la primera. Sin embargo, es más habitual caer en la segunda. Al menos, a corto plazo. Tendemos a quedarnos con la última imagen que tenemos de esa persona. Para bien o para mal. Y muchas veces nuestro amor o nuestro odio dependen de ese último encuentro, sin contar con cada uno de los fotogramas con los que se construyó la película. A partir de ahora, ¿qué? ¿Cómo se supone que debo actuar? Hay muchas opciones, pero todas a medias. Ninguna será definitiva, ninguna conseguirá solucionar el problema. En ninguno de los casos me sentiré bien y con ninguna medida me restableceré de lo que está pasando. Si duermes, te arriesgas a tener pesadillas. Pero es imposible vivir sin dormir. Por lo tanto, todas esas opciones son falsas opciones. Aunque de alguna manera hay que comportarse. En el juego de la vida gana el que es feliz, aunque es posible que todavía a nadie le hayan dado el primer premio.

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